Días de furia


"Forget the horror here

Forget the horror here

Leave it all down here

It´s future rust and then it´s future dust

I´m the fury in your head..."


Foals. Spanish Sahara.


La incompatibilidad llevaba 3 años siendo un grito a voces. Phil Jackson, protegido tras una silla y armado con un látigo y su verborrea Zen, había ejercido de domador de egos y logró una coexistencia más o menos sana entre dos de los 5 mejores jugadores de la NBA de aquella era, con 3 anillos consecutivos como bagaje. Pero los dos machos alfa, con mentalidades y formas de ver el deporte y la vida tan opuestas, estallaban de nuevo cada pretemporada como volcanes que se niegan a abrazar la muerte. El niño grande, dominante en la cancha y centrado en el disfrute vital a todos los niveles fuera de ella, contra el obseso del baloncesto, perfeccionista al extremo y adicto al trabajo. El líder afable y socarrón contra el líder que exigía un grado de implicación con la profesión al menos igual al suyo. Dos personalidades incontrolables.


El sueño del 4º título consecutivo muere en la 2ª ronda de los playoffs de 2003, con la derrota ante los Spurs que se coronarían como campeones aquel año. Moría el sueño, y comenzaba la pesadilla para Kobe Bryant...


El escolta decide (sin avisar a la organización) reparar su maltrecha rodilla ese verano en Colorado, y su encuentro con una joven de 19 años la noche anterior a entrar en quirófano acaba en acusación de agresión sexual contra Bryant. La amenaza de veredicto en contra y posible ingreso en la cárcel penderían sobre la cabeza del #8 de los Lakers durante toda la temporada, cual cruel Espada de Damocles. Con todo, el GM Kupchack devolvería la esperanza y el optimismo a Lakerland con un brutal golpe de efecto: pocos días después del estallido del "escándalo Bryant", los Lakers confirmaban la llegada de Karl Malone y Gary Payton al equipo, con una estelar presentación y difusión por los medios a lo largo y ancho del globo. Los 4 Fantásticos echaban a andar.



The Fantastic Four, sueño de una noche de verano. Fuente: nba.com


Pero la inestabilidad interna estaba muy lejos de su final. A la guerra entre Shaq y Kobe (con recurrentes ataques de soslayo por parte del pívot, insistiendo en la obligación de alimentar al Perro Grande) se sumaba la batalla entre O´Neal y Jerry Buss. Las demandas de renovación del center por el máximo posible eran desatendidas por el doctor, que sumaba a la ecuación los crecientes problemas físicos del gigante. El desencuentro pasó de detrás de los focos al más riguroso directo cuando, en pleno partido de pretemporada en Hawái, Shaq se dirigió a gritos a un Buss sentado en primera fila tras colocar un espectacular tapón. "¿Me vas a pagar ahora?", inquirió el Big Fella. Bienvenidos a Hollywood, amigos.


Y la cosa no acabaría ahí. Kobe parecía dispuesto a dejar de limitarse a contestar a su compañero/rival únicamente en la cancha (acumulando lanzamientos e ignorándolo en muchos momentos), y decidió vaciar en la hoguera un bidón repleto de gasolina. Sus declaraciones off the record a Jim Gray, tildando a Shaq de poco profesional y de priorizar su diversión y sus vacaciones sobre la marcha del equipo, enfurecieron sobremanera al pívot. Brian Shaw tuvo que separar a ambos durante un entrenamiento en el que llegaron a las manos, a tal extremo llegaron las tensiones. Añadan a todo ello los coqueteos indisimulados de Bryant con los Clippers (escenificados en otro partido de pretemporada) y obtendrán un escenario muy poco sano para iniciar la reconquista del anillo con una escuadra de fantasía sobre el papel.


Con todo, aquellos Lakers jugaron muy bien a ratos, sobre todo mientras Karl Malone se mantuvo sano. 19 victorias por 5 derrotas en el arranque del curso, 22 contra 17 durante la baja del ex de los Jazz y 14 - 4 para cerrar la regular season, de nuevo con Malone vestido de corto. Paseo en primera ronda de los playoffs ante Houston, sufrimiento en la revancha contra San Antonio (victoria en 6 partidos, con aquel tiro milagroso de Fisher en Texas a 4 décimas del final del cuarto duelo), y solvencia en la final de la Conferencia Oeste ante los Wolves de Garnett, Sprewell y Cassell, imponiéndose de nuevo en 6 partidos. Los Pistons de Larry Brown serían el rival en la gran final, víctima propiciatoria para la gran mayoría de los analistas.


Y, en el último escalón hacia la gloria, llegó el apocalipsis angelino. El cemento coral de los nuevos Bad Boys y los problemas físicos del Factor-X Malone (muy renqueante en los games 3&4, fuera de circulación en el 5) acabaron con una brutal derrota 4-1, y gracias. El resbalón disfrazado de humillación reabrió las viejas heridas entre O´Neal y Bryant, precariamente suturadas por el frenesí de la competición. "Nunca iba a volver a jugar con Shaq después de aquello. Eso nunca volvería a ocurrir."



Enemigos íntimos. Fuente: Getty Images.


Contra la espada y la pared, la franquicia tomaría la decisión de edificar su futuro en torno a Kobe, y el proyecto de los Fantastic Four acabaría con las salidas de Malone, Payton, Shaq (en un retorno a Florida) y Phil Jackson. El Maestro Zen, que pretendía mantener a O´Neal como eje de su ofensiva en caso de volver, acabó disfrutando de un merecido descanso lejos de las irreverencias de Bryant y de la inmadurez de Shaq. 


"En mi mente y en mi corazón aún había 1 ó 2 campeonatos más por ganar, y no estaba dispuesto a aceptar menos del máximo. Kobe nunca ganará sin mí." 


Furia controlada durante años, a duras penas, que acabó desatada en unos días. Fuego en las colinas de Hollywood.







La trilogía de Stephon Marbury: episodio II. El desembarco en la Big Apple


Los sueños de Steph comenzaban a hacerse realidad: el hijo pródigo volvía a casa, para residir al lado de su Coney Island natal y jugar cerca de la Gran Manzana, con galones de superestrella. El que aquellos New Jersey Nets fueran una banda con todas las letras era lo de menos, Marbury ansiaba el protagonismo absoluto por encima de todas las cosas.


En una plantilla muy justa de talento (con Van Horn, Kittles y Gill como compañeros más dotados, amén de un enorme agujero en el juego interior), Starbury daría rienda suelta a su habilidad desde el puesto de base, aunando roles de director y ejecutor: 23.4 puntos y 8.7 asistencias en los 31 partidos de la campaña 98/99 y 22.2 con 8.4 pases letales en la 99/00, la primera completa en The Garden State. Brillo individual (incursión en el tercer mejor quinteto del año 2000), nulo impacto colectivo: en esas dos temporadas los Nets no verían un récord aceptable ni de lejos, con las 31 victorias y 51 derrotas como tope. Los playoffs quedaban fuera del alcance, pero Marbury parecía feliz. Sentimiento no compartido por la franquicia...


El curso 2000/2001 vería nuevos prodigios con la firma de Stephon: los 50 puntos anotados ante los Lakers, su máximo histórico en media anotadora (23.9 por noche) y su primera nominación para el All Star Game (jugando un papel fundamental en la mítica remontada del Este frente al Oeste, en uno de los mejores partidos de la historia del fin de semana de las estrellas). Pero colectivamente los avances eran inexistentes, con los Nets de nuevo muy lejos de los POs. La regresión competitiva a unas pírricas 26 victorias empujó a la organización hacia la toma de decisiones drásticas. Jason Kidd llegaba a Newark, con Marbury haciendo las maletas rumbo a Arizona. 



Los jugones del este felicitados por Jordan, tras armar el taco en el All Star Game. Fuente: nba.com


En la primera campaña de la era-Starbury los Suns quedarían fuera del gran baile de postemporada, pero los 36 triunfos y el desembarco de Amare Stoudamire en el verano de 2002 auguraban grandes cosas a corto plazo. Las 44 victorias del año siguiente devolverían a Steph de una tacada el All Star, los playoffs y una nueva nominación al tercer mejor quinteto de la liga. Volvían los días de vino y rosas para el mago neoyorquino y para sus Suns, que llegarían incluso a dar guerra a los todopoderosos San Antonio Spurs (camino de un nuevo anillo) en la eliminatoria de primera ronda. Para el recuerdo quedaría el tremendo triple sobre la bocina con el que Steph regalaba la victoria a los de Arizona en el primer partido, con Duncan, Popovich y todo El Álamo pellizcándose ante lo que acababa de suceder. 




Starbury ejecuta a los Spurs. Fuente: nba.com


El proyecto de Phoenix se presentaba atractivo a más no poder: Marbury había encontrado un gran socio de fechorías en STAT, joven power-forward llegado directamente desde el instituto. Todo exhuberancia física, el chaval había sido premiado con el galardón de mejor novato del año y parecía el partenaire perfecto para actualizar aquel combo que nuestro protagonista formara en su día con Kevin Garnett en Minnesota. Además, compartían vestuario con Shawn Marion, Joe Johnson o Leandro Barbosa, talento y juventud a raudales. Pero otra vez su carácter volcánico, caprichoso y poco reflexivo iba a jugarle una mala pasada a Stephon. La opción de jugar en los New York Knicks (sueño desde la cuna de cualquier jugón formado en las calles de la capital del mundo) tomaba forma, y el point guard de Brooklyn no iba a dejar pasar ese tren.


De nuevo proyecto sin acabar en Phoenix, priorizando la poderosa atracción del hogar. Poniéndonos en antecedentes, aquellos Knicks navegaban por aguas turbulentas desde la salida de Ewing y Sprewell, acumulando dos campañas consecutivas sin pisar los playoffs. Isiah Thomas, leyenda de los Detroit Pistons, planificaba un profundo lavado de cara para la mítica franquicia desde su cargo de presidente de operaciones, y el hijo pródigo era la piedra angular del proyecto.


Apoyado en un crepuscular Allan Houston, en su ex-compañero de los Nets Keith Van Horn y en la pareja Tim-Kurt Thomas, Marbury lograría reconducir la situación y acaudillar al equipo in-extremis hasta la octava plaza del este. Los 19.8 puntos y 9.3 asistencias en aquellos 47 primeros partidos como Knickerbocker elevaron a nuestro protagonista al estatus de mesías del Madison. Pero aquella tropa, dirigida en la segunda parte del curso por el veterano Lenny Wilkens, cargaba con la inestabilidad por bandera (roster plagado de viejas glorias: Vin Baker, Penny Hardaway, Dikembe Mutombo...) y saldría por la puerta de atrás en la primera ronda de las series por el anillo, incapaces de competir ante los New Jersey Nets de Jason Kidd. Humillante sweep y vacaciones antes de tiempo.


Starbury había hecho realidad sus sueños, y era un Knick de pleno derecho. Pero el inicio de su peor pesadilla aguardaba a la vuelta de la esquina...



El prodigio de Brooklyn llega a los Knicks. Fuente: lakernation.com





La trilogía de Stephon Marbury: episodio I. Aullidos lejanos


La sociedad que formaron hace un par de campañas Kevin Love y Ricky Rubio generó entre los fans de Minneapolis esperanzas que la postre quedarían en una decepción más. Equipo joven, vistoso, presente semana tras semana entre los highlights de la competición... imposible no echar la vista atrás para recordar otro impactante proyecto de los Timberwolves a finales del S XX, construido también en torno a un point guard y a un power forward tan espectaculares o más que Rubio y Love.


Temporada 96/97. Con un bisoño Kevin Garnett a punto de comenzar su segunda campaña entre los profesionales tras su salto sin red desde el instituto, los Wolves dan la bienvenida al equipo a otro chico prometedor, llegado desde la universidad de Georgia Tech vía draft (4ª posición). Explosivo y ambicioso tanto en su juego como en su faceta vital, Stephon Marbury iba a dar un giro radical a una franquicia con 7 penosos años de historia y un registro máximo de 29 victorias. El curso anterior (con Tom Gugliotta en el rol de máximo anotador) los lobos se habían quedado en 26 triunfos. Con la pareja Marbury-Garnett cimentando su entendimiento en la pista (además de una incipiente camaradería fuera de ella), el equipo aumentaría a 40 sus guarismos de partidos ganados. El sweep encajado en los playoffs ante Houston no era más que otro paso obligado dentro del proceso de aprendizaje. 



Dos magos de gira. Fuente: sports.yahoo.com


Toda la liga señalaba ya hacia Minneapolis a la hora de hablar del futuro de la competición, y los Wolves no iban a defraudar a crítica y público. El curso 97/98 vería la eclosión de Garnett como jugador total (18.5 puntos, 9.6 rebotes, 4.2 asistencias, 1.7 robos de balón y 1.8 tapones en su tarjeta estadística) y su sociedad con el eléctrico e imaginativo Marbury (17.7 puntos y 8.6 pases de canasta por noche) disparó las ilusiones de los fans del Target Center, dejando de paso muecas varias de asombro por el resto de pabellones de la liga. 45 victorias, nueva aventura en los playoffs y gran actuación en 1ª ronda ante los poderosos Seattle Supersonics de Gary Payton, Bin Baker (en su pujante versión pre-alcoholismo) y Detlef Schrempf. Eliminación 3-2.


El futuro se hallaba en las manos de la joven camada de lobos, guiados por una revisión futurista de los inmortales Stockton-Malone (con asistencias barrocas y mates brutales por doquier). Pero la volcánica cabeza de Steph funcionaba ya a pleno rendimiento, fraguando otros planes...


En una decisión que marcaría el resto de su carrera deportiva, Marbury abandona Minnesota en busca de un equipo en el que ser capo absoluto, con contrato y estatus de primer espada. El movimiento sorprende y defrauda a toda la franquicia, sobre todo a su amigo Garnett que, alejado del arqueotipo de jugador egoísta y acaparador de juego, nunca llegaría a comprender la partida de su explosivo colega.


Con Starbury rumbo a New Jersey consumidos apenas 18 partidos de la temporada 98/99, el ilusionante proyecto saltaba por los aires y aquellos impactantes Wolves quedarían en una letanía, en un aullido lejano... Perdido en el tiempo y entre las hipótesis de lo que pudo ser.



Artista y ala-pívot, déja vu en Minneapolis. Fuente: slam.com




Un genio habla de otro: el legado de Pistol Pete




Maravich, malabarista adelantado a su tiempo. Fuente: nba.com



"La radio estaba encendida y estaban emitiendo las noticias. Me sentí horrorizado al escuchar que Pete Maravich, el jugador de baloncesto, había caído desmayado en una cancha de Pasadena, para no volver a levantarse. Recuerdo que una vez vi jugar a Maravich en Nueva Orleans, cuando los Utah Jazz aún eran los New Orleans Jazz. Era algo digno de ver: una tupida mata de pelo castaño, calcetines caídos... El sagrado terror del mundo del baloncesto. El que volaba más alto, el mago de las canchas. Aquella noche en la que le vi jugar hizo un dribbling amagando con la cabeza, anotó desde detrás de la espalda, encestó sin mirar, dribló por toda la pista, lanzó una pelota al tablero y recogió su propio pase. Era fantástico. Anotó algo así como 38 puntos. Podría haber encestado a ciegas. Pistol Pete no ha jugado profesionalmente desde hace un tiempo y permanecía algo así como en el olvido, pero yo no me había olvidado de él. Algunas personas parecen haberse desvanecido pero, cuando de verdad se han marchado, es como si jamás se hubiesen ido en absoluto".


Declaraciones de Bob Dylan, explicando su reacción a la noticia de la muerte de Pete Maravich (en 1988, a los 40 años de edad). Dylan expresaba su admiración hacia el jugador, cimentada en un partido (presenciado en directo por el genio de Minnesota) de un Maravich que encaraba ya la recta final de su corta carrera, limitada en duración por sus problemas físicos (otro de los motivos de su retirada fue la muerte de su padre, causada por un infarto. Años más tarde, la ausencia de una arteria coronaria provocaría aquel letal desvanecimiento. Puro humor macabro del destino). Y esa admiración del mítico trovador se materializaría en la canción Dignity, grabada en 1989 y publicada por primera vez en su tercer volumen de Grandes Éxitos en 1994.


El talento llama al talento, un genio habla de otro... Muestra del legado de Pistol Pete.



La última aventura de Pete, en los míticos Celtics. Fuente:  nba.com





El nigromante de la Windy City


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Las artes oscuras mandan en Chicago. Fuente: nba.com


"Práctica supersticiosa que pretende adivinar el futuro invocando a los muertos.

Magia negra o diabólica."


Así define la RAE "nigromancia", esas artes oscuras que otorgan a sus malignos practicantes el poder de despertar a los fallecidos de su sueño eterno. Muchos de vosotros estaréis ya a punto de abandonar este humilde blog, preguntándoos por la razón de este desvío de temática en un pequeño portal dedicado en exclusiva al baloncesto. Tranquilidad, se trata únicamente de un rodeo estilístico, una introducción destinada a resaltar una de las más asombrosas habilidades de Tom Thibodeau, el hoy discutido coach de los Chicago Bulls. Las lesiones han asolado al equipo campeón 6 veces en la década de los 90 durante buena parte del paso del que fuera coordinador defensivo de los Celtics campeones en 2008 por su banquillo, con la consiguiente búsqueda de soluciones por parte del cuerpo técnico. Desgraciadamente, muchos de esos problemas físicos aglutinados en la figura de su gran estrella, el point guard ganador del MVP de la liga regular en 2011 (el más joven de la historia en alcanzar el prestigioso galardón). Sin Derrick Rose, tocaba inventar armadores de juego alternativos, y es aquí donde Thibodeau desató sus poderes desde la torre del nigromante.


Combo guard con talento anotador, perdido entre las posiciones de 1 y de 2 y con un futuro incierto en la mejor competición de baloncesto del planeta. Si en el currículum vitae de un jugador figuran las credenciales anteriores, matará por jugar en los Chicago Bulls.


Nate Robinson llegaba al equipo en la campaña 2012-2013, tras un buen trabajo saliendo desde el banquillo en los Warriors y después de un flojo curso 2011-2012, a caballo entre Boston y Oklahoma. La terrible lesión de Rose dirigió los focos hacia el poderoso base nacido en Washington, y la confianza de Thibodeau imbuyó de alegría a KryptoNate. Aquellos extraordinarios playoffs, con Robinson coleccionando heroicidades frente a los Brooklyn Nets, fueron el mejor momento de toda la carrera del jugador. 16.3 puntos de media en los 12 partidos de aquellas series por el título, tras acreditar 4.2 y 2.7 con Celtics y Thunder en sus anteriores aventuras de postemporada. Nate nunca ha vuelto a pasear su talento en las eliminatorias por el anillo.


Thibodeau recuperaría sus libros de artes oscuras un año después. Sin Robinson (y con Rose de nuevo fuera de juego), Augustin aterrizaba en la Ciudad del Viento tras iniciar la campaña sin pena ni gloria en los Toronto Raptors (10 partidos disputados, con un horripilante 29.2 % de acierto en los tiros de campo). El pequeño D.J necesitaba revitalizar una carrera iniciada como acreditado anotador universitario, limitada por problemas físicos y de selección de tiro ya en la NBA, y Thibodeau lo volvería a conseguir. 14.9 puntos y 5 asistencias de media en 61 partidos, con un letal 41.1% en triples ( y sólo 1.9 pérdidas de balón en más de 30 minutos de juego). Y 13.2 puntos por partido (5 duelos) en los playoffs, de largo los mejores números de su carrera en las series por el anillo.


De nuevo un base resucitado que hacía las maletas (rumbo a Detroit), de nuevo problemas físicos en la desdichada hoja de ruta del #1 de los Bulls, de nuevo Thibodeau relanzando la carrera de un base anotador. Durante el presente curso estamos degustando (con enorme satisfacción) la resurrección de un Aaron Brooks perdido desde que asombrara en aquel magnífico tercer año con los Houston Rockets. El talentoso cañonero de Washington (vecino de Robinson) aportaba sus puntos y tiro exterior a la segunda unidad de Chicago, y la nueva realidad del equipo (con Butler ahora también fuera de circulación) ha disparado su importancia en el engranaje de los Toros.


Si pasea por la Windy City y observa una inusual concentración de vientos, truenos y nubes oscuras y amenazantes sobre el techo del United Center, no se asuste: lo más probable es que Thibs se halle en plena faena, buscando la fórmula adecuada para devolver a la vida a algún otro combo guard de la National Basketball Asociation.


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Aquella serie ante los Nets... Fuente: espn.go.com






La trilogía de Stephon Marbury: episodio III. Catarsis


Marbury se había instalado definitivamente en su meca particular y era la imagen de los Knicks. El equipo resultó barrido por los vecinos Nets, pero había vuelto a las eliminatorias por el título tras 2 años de ausencia. Sin embargo, la vida iba a poner a prueba a Stephon, y su endeble voluntad no sería capaz de aguantar el envite.


La historia daba comienzo durante el verano de 2004 en Atenas, exótico destino para alguien tan poco viajado en aquellos tiempos. Steph formaba parte de la selección olímpica estadounidense, el mal llamado Dream Team desde la congregación de astros presente en Barcelona. La tropa rezumaba calidad por todos sus poros: Tim Duncan, Allen Iverson, Lebron James, Carmelo Anthony, Dwayne Wade, Amare Stoudemire, Carlos Boozer... importante mezcla de veteranía y juventud, con el venerable Larry Bown a los mandos. Suficiente para asegurar el oro en teoría, un desastre total en la práctica. El equipo cayó ya en dos ocasiones en su grupo previo, y la hecatombe acabó por consumarse tras la derrota ante Argentina en semifinales, entre la desidia de casi todos los integrantes de la expedición y los conflictos permanentes del triángulo Iverson-Marbury-Brown. En la retina de los aficionados españoles quedaría para siempre la exhibición individual de Starbury ante nuestra selección en cuartos: sus 31 puntos mandaron cruelmente a casa a un grupo invicto hasta esa fecha.


A la vuelta de la aventura olímpica daría comienzo la imparable caída de Marbury. Su rendimiento individual durante el curso 2004/2005 se mantuvo en unos estándares acordes a su talento (21.7 puntos, 8.1 asistencias y 1.5 robos de balón), pero el equipo volvería a las andadas, algo previsible analizando la debilidad estructural de su roster. Crawford, Tim Thomas, Maurice Taylor, Malik Rose, Sweetney... escasa solidez para competir durante un periodo de tiempo prolongado (82 partidos) con la salvedad de Kurt Thomas, un reloj en su aportación al colectivo. 33 victorias totales, fuera de los playoffs.


Y en el curso siguiente, el inicio de la catarsis. La franquicia se echaba en brazos de Larry Brown para meter en vereda una plantilla salvaje: titánica tarea que sobrepasó al técnico nacido también en el barrio de Brooklyn. Los problemas de entendimiento con Marbury (heredados de la convivencia en Atenas) fueron una constante durante el periplo de Larry en la Gran Manzana, y la vergonzosa campaña (23 victorias - 59 derrotas) terminó con el entrenador haciendo bueno su sobrenombre de Next-Town-Brown, esta vez forzosamente: despido fulminante, auspiciado desde la sombra por su propio playmaker.



Steph & Larry: historia de un desencuentro. Fuente: cnn.net


La popularidad de Marbury se encontraba ya en un punto muy cercano al suelo, y la transición despacho-banquillo de Isiah Thomas acabaría por culminar la caída. Los primeros pasos del equipo con el ex-Bad Boy al timón no fueron del todo malos (con Steph asumiendo menos tiros), pero el rendimiento acabaría desplomándose en los últimos meses de competición, dejando el récord de la 06/07 en unas insuficientes 33 victorias. La hilaridad pasó a presidir el día a día de los Knickerbockers, con Thomas fuera de control y Marbury envuelto en un presunto intento de chantaje a su técnico en pleno vuelo, con el objetivo de recuperar la titularidad perdida. Deterioro diario de las relaciones entre la estrella y el tipo que le fichó en su día, afición harta de ambos y de toda su escuadra en general: desenlace evidente. Thomas sería despedido en Abril de 2008, tras dirigir desde la oficina y a pie de pista una de las etapas más negras de la historia de la franquicia neoyorquina. Marbury emigraría de mutuo acuerdo con el club en febrero de 2009, tras ser relegado a la suplencia por Chris Duhon (ver para creer) y posteriormente apartado del equipo por Mike D´Antoni. Starbury se apagaba, eclipsado por su egocentrismo y falta de profesionalidad.



El banquillo y la toalla, compañeros inseparables del crack en su última etapa. Fuente: nydailynews.com


La trayectoria NBA de Stephon se cerraría con 23 partidos de temporada regular y 14 de playoffs formando parte de los Boston Celtics, en un intento final por enrolarse en algún candidato al anillo. Los Orgullosos Verdes llegaron a ofrecer un contrato por el mínimo al jugador de cara al curso 2009/2010 pero Marbury desecharía el ofrecimiento, siguiendo los consejos de su inmenso ego. El nativo de Coney Island no estaba hecho para asumir un papel secundario. Las puertas de la liga estadounidense se cerraban definitivamente para él.


Después de tocar fondo con una serie de esperpénticos vídeos que a punto estuvieron de destruir su famélica reputación, Starbury empacó las pertenencias para acometer una última aventura en la emergente CBA China, mercado ideal para promocionar su firma de zapatillas y divertirse a la vez con la única actividad capaz de llenar una ciclotímica existencia: ser protagonista en una cancha de baloncesto. 


El mesías de la capital de mundo buscando la felicidad en el gigante asiático, caprichoso e inesperado final de nuestra trilogía.




Golpe en la Gran China. Fuente: gq.com







Fiascos del draft: toma 2


Hoy se viven días de vino y rosas en el "hermano pobre" de Los Ángeles. Mantengo lo de pobre en referencia a los títulos más que a otra cosa, porque la llegada de Chris Paul la pasada campaña ha arrojado a la papelera ese aura maldita que los Clippers venían arrastrando desde tiempos inmemoriales. Episodios como el que nos ocupa documentan esa maldición ancestral, ese historial de decepciones y meteduras de pata varias de los otros inquilinos del Staples Center. Comienza fiascos del draft: toma 2.


Verano de 1998. Tras otra indigna temporada (cifrada en 17 victorias y 65 derrotas), los Clippers resultan agraciados con la primera elección de un draft catalogado en su momento como justo de talento. El tiempo, como tantas otras veces, se encargaría de quitar razones, para mostrar el nivel real de una camada que contaba con Dirk Nowitzki (9ª posición), Paul Pierce (10ª), Vince Carter (5ª), Antawn Jamison (4ª) y Mike Bibby (2ª) entre sus integrantes. 


Pues bien, la dirección técnica de la franquicia angelina creyó haber encontrado durante los workouts de aquel tórrido verano un sólido pilar sobre el que iniciar su enésima reconstrucción. Deslumbrados por la altura (fenómeno recurrente en la historia del baloncesto), los Clippers no tuvieron dudas: el privilegio de ser los primeros en escoger les permitiría hacerse con el center Michael Olowokandi, nacido en Nigeria y criado en Londres. Por similitudes en cuanto a orígenes y posición en la cancha, la moto a vender venía ya de serie: el equipo recibía con los brazos abiertos al nuevo Hakeem Olajuwon. Pero el sucesor de "The Dream" acabaría en pesadilla...


Célebre entre el chismorreo patrio por sus escarceos con Paula Vázquez, el gran Michael despachó su año de novato con 8.9 puntos y 7.9 rebotes de media. Bagaje aceptable para un debut entre los profesionales (algo menos en el caso de un número 1 del draft), si no fuera porque llegaba adornado de un 43% de acierto en tiros de campo (indigno para un pívot de 7 pies) y un pésimo 48% en tiros libres, porque se pasó casi la mitad del año lesionado, y porque el equipo ganó únicamente 9 partidos de los 50 de aquella regular season acortada por el cierre patronal. Decepción. Tocaba ser paciente y confiar en la evolución y madurez del futuro líder de la tropa.


La realidad acabaría por agotar la paciencia de la franquicia: los Clippers no lograrían clasificarse para los playoffs en ninguna de las 5 campañas de Olowokandi en el equipo, y en el recuerdo de los fans quedaría grabada a fuego la extraordinaria habilidad del center para el maquillaje: un verdadero experto en el noble arte de hacer números en partidos sin historia, en acumular puntos y rebotes con nulo impacto para su equipo. La mejor temporada del jugador llegaría curiosamente en el momento del adiós, inmerso como estaba en la caza de un lucrativo contrato: los 12.3 puntos (de nuevo con un flojo 42% de acierto) y 9.1 rebotes por noche de la 2002/2003 (en los escasos 36 partidos disputados, entre sospechas sobre su profesionalidad a la hora de mantener la forma física y de trabajar en su recuperación) serían el tope estadístico de Kandi-Man en su periplo californiano. 


Había acabado la andadura en Los Ángeles, pero no en la NBA. Su negativa a renovar con los Clippers en verano de 2002 por 50 millones de dólares resultó ser un error individual mayúsculo (y una bendición para el club), pero acabaría engañando a Timberwolves (16 millones firmados por 3 años en los que nunca superaría los 6 puntos por partido) y Celtics, para acabar su carrera con 8.3 puntos y 6.8 rebotes en la planilla global, y una sola aventura en los playoffs (con rol intrascendente en los Wolves de Garnett, Sprewell y Cassell).


El Sr Olowokandi, orgulloso protagonista de nuestra segunda entrega de fiascos del draft...



Kareem, frustrado mentor de Kandi-Man. Fuente: nba.com







Fiascos del draft: toma 3


El draft del año 2003 ha pasado a la historia de la NBA como uno de los de más nivel de todos los tiempos, vista la evolución de los jugadores que ingresaron en la liga aquel verano. Lebron James, Dwayne Wade, Carmelo Anthony, Chris Bosh, David West, Chris Kaman, Kirk Hinrich, Josh Howard, Carlos Delfino, Leandrinho Barbosa... todos ellos con trayectorias de estelares a interesantes entre los profesionales. Pero en aquella rutilante clase de novatos resultó no ser oro todo lo que relucía, y en la cima de la camada hallaremos al protagonista de la tercera entrega de nuestra serie fiascos del draft.


Los Detroit Pistons llegaban a la ceremonia con una de las mejores escuadras de la competición (finalistas de la conferencia este), y elegían con el nº 2 gracias a una operación anterior con los Vancouver Grizzlies. La fiebre por el jugador europeo ha sido un movimiento cíclico durante los últimos años de historia del sorteo, y en aquella ocasión hasta 5 se colarían en la primera ronda (6 si contamos a Delfino, argentino pero procedente del baloncesto italiano). Joe Dumars se llevaría la palma: entre Lebron James y Carmelo Anthony, Detroit escogía a Darko Milicic.



Darko superstar. Fuente: espn.com



Los workouts del chaval serbio en Estados Unidos acabaron por convencer al staff de Michigan: aquel menor de edad procedente del Hemofarm era el futuro de la franquicia, por encima de un Carmelo Anthony que había dominado con mano de hierro el baloncesto universitario, en un único y estelar año enrolado en la universidad de Syracuse. Todo potencial (pero muy verde para aportar en la liga de ligas), Milicic se toparía con un escollo insalvable durante su campaña rookie: el entrenador de su nuevo equipo. Famoso tanto por sus didácticos entrenamientos como por su nula confianza en los novatos (menos aún en los llegados del otro lado del charco), Larry Brown concedió al jugador 4.7 minutos de media en 34 partidos de liga regular. Y la cosa empeoraría para el power-forward de Novi Sad llegados los playoffs: 1.8 minutos de media en 8 duelos. Al menos pasaría a la historia como el jugador más joven en disputar una final de la NBA, y se engarzaría el anillo de campeón tras aquella mítica serie frente a los Lakers de los 4 Fantásticos. Exiguos consuelos...


El resto de la trayectoria de Darko en los Pistons seguiría bajo los estándares de aquel primer año: noches completas sentado en el banquillo, algunos minutos de la basura (cuando, con el partido decidido, los aficionados de Michigan pedían a gritos el ingreso de Milicic en la pista, cada vez con más sorna) y declaraciones míticas de Larry Brown como la que sigue:


"Darko se cree Toni Kukoc. Yo quiero que juegue como Bill Russell, pero él no sabe quién es. Igual cree que es un rapero."


El fichaje del serbio por los Orlando Magic en el curso 2005/2006 abría una etapa de mudanzas varias: 2 años en florida, otros dos en Memphis (donde coincidiría unos meses con Gasol y Navarro), uno en Nueva York y 3 en Minnesota, para acabar su trayectoria NBA con un único partido como miembro de los Boston Celtics en la 2012/2013. Contratos lucrativos y unos topes de 8.8 puntos (Minnesota Timberwolves) y 6.1 rebotes (Orlando Magic): miserable botín para todo un número dos del draft.


Hoy, con 29 años, Darko vive semi-retirado en su Serbia natal, aguardando una oferta interesante procedente de algún grande del baloncesto (o eso declara al menos, de puertas hacia fuera) mientras anima desde la grada ultra al equipo de fútbol del Estrella Roja. 


El Toni Kukoc de Novi Sad, tercer divo de la serie fiascos del draft.



 

Overbooking en el banco. Fuente: nba.com

 








El poder del anillo


"Un anillo para domarlos a todos".


La perspectiva de pasar a la historia, de alcanzar la gloria colectiva justo cuando la individual se aleja sin remisión ante la acumulación de errores pasados, presentes y más que probablemente futuros. La historia nos ha dejado innumerables ejemplos de jugadores díscolos, siempre al borde del desequilibrio en apariencia, que aparcaron su inestabilidad para enrolarse en escuadras candidatas al anillo. Ejemplos como los de Rasheed Wallace, DeShawn Stevenson o Ron Artest son sólo algunos que se destacan de entre los últimos rosters campeones, si fijásemos el foco sobre otros que no llegaron a engarzarse la codiciada joya los casos se multiplicarían. Incluso el gran Dennis Rodman atemperó (un pelín) su legendario estilo de vida para encajar en los Bulls de Jordan, Pippen y el maestro Zen. Olvidaremos episodios como aquella escapadita a Las Vegas en plenas finales contra los Utah Jazz: todo el mundo tiene derecho a desconectar y disfrutar de sus momentos de esparcimiento...


En los Miami Heat actuales encontramos dos sorprendentes casos de esta casta de funambulistas vitales, en tránsito permanente por el borde del abismo. A continuación, sus fichas "policiales":


- Christopher Andersen, AKA "Birdman". Nacido en California el 7 de julio de 1978 y criado en Texas, en el seno de una familia desestructurada. Pasa por la modesta Universidad de Blinn, la cual acaba abandonando pasado un año tras graves problemas con sus entrenadores, derivados de la negativa firme a dejarle marchar a la Universidad de Houston (con un programa deportivo mucho más potente). Ninguna franquicia NBA tiene a bien draftearle en 1999 y, tras pasar por China y la NBDL, los Denver Nuggets acaban firmándole en 2001. 3 años después, con una bien ganada fama de especialista defensivo y en el rebote, el pájaro tatuado aterriza en los New Orleans Hornets. Aquel sería el principio del fin: estabilidad emocional al garete, descuido físico evidente y relación cada vez más íntima con los estupefacientes. Tras violar repetidamente el programa anti-droga de la liga, Andersen acabó suspendido por 2 años en 2006. Superado su ingreso en una clínica de desintoxicación y tras demostrar que estaba limpio, la NBA readmite a Chris a finales del curso 2007/2008 y, una vez recuperado parte del prestigio perdido en sus dos equipos de siempre, Spoelstra decide apostar por esta bomba de relojería andante para paliar el déficit interior de su plantilla. Resultado: un Andersen más centrado en el juego que nunca aporta a los Heat la fiereza y poderío reboteador que necesitaban, además de contundencia a la hora de finalizar cerca del aro. Hace unos días el Pájaro cambiaba aquella caravana en la que llegó a vivir por la Casa Blanca, en el tradicional homenaje del presidente de EEUU a los campeones.



Birdman & Pysco-T: alta tensión. Fuente: nba.com


- Michael Paul Beasley, AKA B-Easy. Nacido en Maryland el 9 de enero de 1989. Tras pasar por 4 institutos distintos en el mismo número de años, llega a la Universidad de Kansas State. En su primer y único año revoluciona la NCAA, superando la mejor marca de dobles-dobles nunca antes alcanzada por un freshman (en poder de Carmelo Anthony hasta entonces). Pese a los informes que ya entonces circulaban en torno a su difícil carácter, los Miami Heat (embrujados por su talento) le escogen con el Nº2 del draft de 2008, y los escándalos se desatan ya durante el curso de novatos previo a la temporada. En pleno programa de adiestramiento para los rookies, nuestro protagonista decide fumarse una de las charlas (amén de una buena cantidad de marihuana) en compañía de Mario Chalmers y un grupo de bellas señoritas. 

Superado en apariencia el desliz, la carrera de Beasley caminaría alejada de las enormes expectativas creadas (en consonancia con su clase) hasta llegar al desplome definitivo en Arizona. El que debía ser el año del despegue, con status de primer espada garantizado, derivó en caída a los infiernos, y las promesas de madurez de Michael acabarían en arresto por posesión de drogas en agosto del año pasado. Los Suns cortarían de inmediato al jugador, humillación pocas veces vista en todo un nº2 de su promoción, y de nuevo aparecerían los Miami Heat como sorprendente salvavidas al que agarrarse. 

Con un contrato por el mínimo (ni siquiera garantizado en el inicio), las ganas de un B-Easy superlativo e incansable en los entrenamientos acabaron seduciendo a Spoelstra, que viene incluso incrementado su protagonismo en los partidos pasado ya satisfactoriamente el periodo de prueba. La caprichosa y volcánica alma errante transformada en un fanático profesional, que cruzaría sin zapas un camino de brasas si su entrenador se lo pidiera. 



Fichado por la policía de Arizona. Más tarde por los Miami Heat. Fuente: scottdaleaz.gov


Dos ejemplos más del poderoso y educador influjo del anillo, y dos razones para pegarse al televisor cuando la segunda unidad de Miami entra en acción.



B-Easy es ahora un esforzado defensor, ver para creer... Fuente: nba.com







La cacicada tras el Dream Team


Todo son piropos y admiración en torno al mítico Dream Team de 1992, que el pasado verano cumplía su vigésimo aniversario. Aquella constelación de artistas regaló al mundo uno de los momentos más espectaculares de la historia de los JJOO, y del deporte por extensión, pero es bien sabido que no todo fue luz en el seno de aquel equipazo de videojuego. Al contrario que las estrellas actuales del Team USA, que logran aparcar su rivalidad personal cuando comparten selección, durante el proceso de selección de la mítica escuadra de los sueños aconteció un oscuro episodio, en el que viejas rencillas salieron a flote con influencia determinante en la configuración final del roster. Las declaraciones recientes de Isiah Thomas, con motivo del 50 cumpleaños de Michael Jordan, han devuelto a la palestra este hecho: no es cierto que en aquel equipo figuraran los mejores de entre los mejores, una ausencia en particular destacó de forma flagrante.


Nuestra historia comienza con un supuesto boicot acaecido en el All Star de 1985. Michael Jordan, el rookie volador de los Bulls, llegaba a la gran cita con ganas de comerse el mundo... y acabaría saliendo de ella con la sensación de haber sido víctima de un complot por parte de los veteranos que, para proteger su estatus ante el arrollador novato, habrían consensuado no compartir la pelota naranja con Air. Y, de entre todos los boinas verdes, el joven Mike señaló a uno en particular, cuyo nombre figuraría desde aquel día en primera página de su libro de agravios: el director de juego del combinado del este, Isiah Thomas. 


Nuevo salto temporal. Trienio 1988-89-90. Playoffs. Los Bulls de Jordan buscan hacer historia logrando el primer título colectivo para un Michael que ya tiranizaba la NBA en los apartados individuales. Pero temporada tras temporada los toros acababan estampados contra un muro pétreo, casi inabordable: los Detroit Pistons de Isiah Thomas. Con las Jordan Rules de Chuck Daly como telón de fondo, la defensa al límite del reglamento de los Bad Boys y los dobles e incluso triples marcajes sobre el #23 dejan una y otra vez en la cuneta a los de Illinois, con la consiguiente frustración de Air. Aquellos Pistons ganarían los anillos de 1989 y 1990, con Zeke (nacido en Chicago, ironías del destino) a un nivel estelar.



The Jordan Rules: todos contra Mike. Fuente: espn.go.com


Jordan nunca olvidaría aquellas afrentas y, pese a tomarse justa venganza deportiva contra los de la Mo-Town en los playoffs de 1991, encontraría el momento de canalizar su rencor acumulado sobre Thomas...


La noticia de la exclusión del base a la hora de confeccionar la lista para los juegos de Barcelona careció de condicionantes objetivos desde el mismo momento de su anuncio. La carrera del point-guard (retirado un par de años después de aquel episodio), con 2 anillos de campeón (MVP de las finales ante los Lakers de Magic, promediando 27.6 puntos y 7 asistencias en aquellos 4 partidos), 12 All Stars (2 veces MVP del partido de las estrellas) y unos números de 19.2 puntos y 9.3 asistencias en sus 13 campañas como profesional, contaba con méritos más que de sobra para ingresar en aquella pléyade de colosos... salvo que recibiera el veto directo del mismísimo Michael Jordan.


Con Pippen y Magic de su lado (curiosa la relación de amor-odio entre los playmakers de Lakers y Pistons), la amenaza de Jordan de abandonar el equipo acabó imponiéndose, y Thomas no formó parte de la expedición que arrasó en la Ciudad Condal.


Con motivo de los fastos por el citado 20 aniversario del mejor equipo que jamás ha pisado una cancha, los periodistas acudieron el pasado verano en enjambre sobre Zeke que, en un honroso gesto, rehusó a hacer declaraciones y esquivó elegantemente la polémica. Ahora, de nuevo cuestionado por los expertos, Isiah ha declarado que Lebron James es mejor atleta de lo que fue Jordan. No mejor jugador, superior atléticamente. Una opinión discutible, pero perfectamente respetable cuando se habla de un juggernaut como el alero de Miami.


El que escribe ha criticado con vehemencia la etapa de Thomas entre banquillo y despacho en los New York Knicks, trufada de escándalos y charlotadas varias, pero en este punto la reflexión es clara: la foto de los 12 de Barcelona 92 nunca estará completa del todo. Siempre faltará la figura del explosivo caudillo de los Bad Boys. Al César lo que es del César. 



Enemigos irreconciliables, dentro y fuera de las canchas. Fuente: basket4us.com



Fiascos del draft: toma 1


La magnífica idea de gestionar el talento universitario vía draft (nacida en 1947) ha servido al baloncesto estadounidense para potenciar la competitividad de su liga y dar a todos los aficionados (incluso a los de franquicias perdidas en el fondo del ranking) una buena razón para acudir a las canchas. Si tu equipo es un desastre y hace un ridículo sostenido durante toda la campaña, al menos te quedará siempre la ilusión de ver en acción a algunos de los más prometedores jugadores novatos en el curso siguiente. 


Es cierto que la ayuda del sistema a la competitividad presenta claroscuros (los equipos menos potentes mejoran, pero muchas veces se ha dado el caso de escuadras que comienzan mal la temporada y acaban dejándose llevar, acumulando derrotas en busca de la posición más alta posible en el siguiente draft), pero el invento funciona en líneas generales, siempre y cuando la falta de sagacidad de los ejecutivos y ojeadores de la franquicia no acabe convirtiendo una inmejorable oportunidad en una metedura de pata épica. Y precisamente en estos últimos casos nos vamos a centrar, comenzando por el mítico Nº1 del draft de 2001. Abróchense los cinturones: comienza fiascos del draft.


Los Wizards acabaron la temporada 2000/2001 con un lamentable récord de 19 victorias por 63 derrotas. Una banda con todas las letras. El experimento Howard-Richmond-Strickland había fracasado con estrépito, y solo un joven Richard Hamilton arrojaba algo de luz al futuro de la franquicia. El aterrizaje del mítico Air Jordan como presidente de operaciones venía ilusionando a la doliente parroquia capitalina, en espera de que el Mike ejecutivo replicara los milagros del Mike de pantalón corto. Si hubieran sabido entonces lo que se les venía encima...



Dios se hizo humano, y regresó a la tierra para contemplar su obra... Fuente: espn.go.com


El que fuera caníbal de los Chicago Bulls gastó la primera elección de aquel draft en un chaval salido del instituto (primera vez en la historia en la que un jugador sin experiencia previa en la NCAA llegaba a la más alta posición del sorteo): el center Kwame Brown. Ya entonces comenzaba la sequía de pívots de nivel, que se prolongaría hasta nuestro días, así que Air se dejó llevar por el potencial oculto del crío de 2 metros once centímetros. Y bien oculto que estaba...


El curso rookie de Brown (4.5 puntos y 3.5 rebotes como "estelares" promedios) no sería sino el inicio de una discretísima carrera entre los profesionales, que se cifra en 6.7 puntos y 5.5 rebotes durante los 606 partidos disputados hasta la fecha. Escasez de movimientos al poste, mano muy mejorable, sin contundencia en la lucha bajo los aros, limitado poder de intimidación, nula ética de trabajo. Tras ser traspasado por los Wizards (cansados de él tras su cuarta campaña) a los Lakers de un Kobe desatado, tampoco hallaría "manos pequeñas" Brown (esa fue la razón que Jordan esgrimió para justificar su error, otra hazaña más del mítico Air, versión traje y corbata) en la soleada Los Ángeles el entorno ideal en el que dar rienda suelta a sus habilidades ocultas. Ni en Memphis, ni en Detroit, ni en Charlotte, ni en Oackland...


Cuando llegue el inevitable momento de la retirada, el mayor logro de Brown será seguramente el haber engañado a Air y a su trouppe, para que confiaran en él como flamente Top1 de su promoción (en la que figuraba gente como Pau Gasol, Tony Parker, Zach Randolph, Joe Johnson o Tyson Chandler). Junto a él estará la firma de un contrato de 7 millones de dólares por una temporada con los Golden State Warriors, 10 años después (ya sin trampa ni cartón) y para caer lesionado al 9º partido. 9 noches en el parqué, a razón de 6.3 puntos y 6.3 rebotes en cada una de ellas. Hagan cuentas...


El mítico Kwame Brown, protagonista de nuestra primera entrega de Fiascos del Draft.




Kobe, predicando en el desierto. Fuente: lakersnationcom





Eddy Curry: gigante con pies de barro


No todo en la NBA es el glamour de las grandes estrellas y los triunfadores. Más allá de los focos existen casos de jugadores que, con todas las posibilidades del mundo a su alcance, acaban perdiéndose en un laberinto de falta de preparación tanto mental como cultural, salpicado de ciertas dosis de mala suerte. Casos como el de Len Bias, el rookie que debía renovar a los Celtics de Bird y acabó muerto por una sobredosis, fijan el foco en ese lado oscuro del baloncesto profesional que el comisionado Stern trató de atenuar (en una decisión discutible) eliminando la posibilidad de que los jugadores llegaran a la liga directamente desde el instituto.


El caso de Eddy Curry se enmarca en este grupo. Elegido en el draft de 2001 una posición por detrás de Pau Gasol (4ª global), Curry llega a los Chicago Bulls como el más prometedor proyecto de pívot de la NBA. 18 años, 2,13 metros, 130 kilos.... números que definían a la perfección al monstruito, conocido como Baby-Shaq. Tras 2 años asentándose y saliendo desde el banquillo (en el segundo logra liderar la liga en acierto en tiros de campo, con un 58,5%) y otros 2 ya de 5 titular, con buen rendimiento en ataque pero escaso esfuerzo en materias defensivas, Curry es traspasado a los New York Knicks. En la Gran Manzana completaría su mejor temporada profesional en el curso 2006/2007, con 19.5 puntos y 7 rebotes por partido. Llegados a este punto, todo parecía indicar que Curry había encontrado su sitio en la franquicia neoyorquina....Nada más lejos de la realidad.


A partir de ese año 2007 el protagonismo de Curry desciende hasta ser apartado del equipo por Mike D´Antoni. Lesiones de gravedad, creciente sobrepeso y una inexistente ética de trabajo originan tal debacle, pero su verdadero descenso a los infiernos llegaría de mano de los motivos personales....


Cómo puede llegar a la ruina económica un tipo que ingresa más de 10 millones de dólares anuales es un misterio para la gente normal, no tanto si hablamos de alguien con un cortocircuito permanente en la cabeza y un tren de vida brutalmente desmesurado. Las deudas azotan a Eddy, al que además le diagnostican una arritmia cardíaca (finalmente benigna) en su época en los Bulls, lo cual deriva en un tira y afloja jurídico con unas pruebas de ADN contractuales de fondo.


A finales de 2008 Curry vuelve a los tribunales, acusado por su ex-chófer por acoso sexual y comportamientos racistas, pero el golpe más cruel aún estaba por llegar: en Enero de 2009 la ex-novia del jugador y su hija de 9 meses son asesinadas por el compañero sentimental de la primera en presencia del hijo mayor de 3 años de edad, que resulta ileso...Una tragedia de una dureza indescriptible.


Perdido entre los reveses de la vida y su propia inestabilidad, Baby-Shaq no juega más de 15 partidos desde la lejana temporada 2007/2008. Con solo 29 años (ingresará en la treintena en un par de semanas), Curry ha logrado hacerse un hueco en el roster de los Mavs, en principio con un papel totalmente marginal, muy alejado a lo que el destino parecía reservar a este gigante con pies de barro.




Eddy Curry, uno de los malditos de la NBA


Las 23 de Nick The Quick


Nick The Quick, playmaker de los Lakers pre-Phil Jackson. Fuente: nba.com


6 de Enero de 1997. Los Lakers de Dell Harris viajan a Vancouver para rendir visita a los desheredados Grizzlies. Aquel equipo angelino contaba ya en su roster con Shaquille O´Neal, recién llegado a Hollywood desde los Orlando Magic, y con un espectacular rookie aislado emocionalmente del resto de la plantilla: un tal Kobe Bryant. Eran el gérmen de la escuadra que dominaría la NBA con Phil Jackson un par de años más tarde, pero aún nos encontrábamos ante una tropa que completaba decentes temporadas regulares, para acabar estrellándose en los playoffs ante equipos mucho más trabajados (normalmente los Utah Jazz de Karl Malone y John Stockton). Al timón de aquellos Lakers estaba un base rápido y con talento que los buenos aficionados recordarán, pero desde luego muy alejado de lo que cualquiera definiría como una leyenda... Nickey Maxwell Van Exel.


Me anticipo a vuestras reacciones: ¿por qué diablos iba este tipo a dedicar unas líneas a un partido sin mayor trascendencia, entre unos Lakers en transición y uno de los peores equipos de la historia de la liga?, ¿ha perdido el norte?. La última pregunta la dejo pendiente de un profundo auto-análisis de mi persona, pero sí me encuentro en condiciones de responder a la primera: en este duelo se produjo una de las anécdotas más curiosas de la historia del baloncesto estadounidense, un fenómeno que difícilmente podría reproducirse en nuestros días, con miles de cámaras siguiendo cada cita, atentas a cada diminuto detalle.


La historia del partido es la que sigue: los Lakers derrotaron a Vancouver 95-82, vengándose de las declaraciones de George Lynch, un ex de los angelinos venido a menos intentando acaparar protagonismo. Resulta que Lynch, jugando en el peor equipo de la liga, se permitió valorar en un artículo el juego de los Lakers como inferior al del año anterior (con él en el roster), puntualizando que tenían talento pero les faltaban jugadores encargados de la intendencia, vitales para ganar partidos. Desde luego su análisis no estaba muy alejado de la realidad, pero lo único que logró fue motivar a la por norma indolente tropa de Harris, que por supuesto colgó el articulito en las taquillas del vestuario visitante que era su santuario aquel día. Con todo, tampoco es ésta la curiosidad por la cual estamos aquí, la que ha desencadenado esta entrada en el blog.


Dentro de la estadística del partido llaman poderosamente la atención (aparte de los 31 puntos y 12 rebotes de Shaq, un día más en la oficina) las 23 asistencias que repartió Van Exel. El talento de Nick fue siempre indudable, y su habilidad para el pase importante (en todas las temporadas en las que superó los 36 minutos en pista se situó entre las 8 y las 9 asistencias por noche). Pero aquella no estaba siendo una gran temporada para él, y su explosión creativa sorprendió a propios y extraños (incluidos los que presenciaron aquel partido). Supongo que las sospechas comenzarán a invadir vuestras cabecitas, al igual que las de todo el público en aquel día del invierno de 1997.


No voy a ser cruel ni a manteneros en ascuas: el enigma halló su resolución en la misma persona que lo ocasionó. Resulta que el tipo encargado de la mesa del marcador aquella noche en Canadá era un fanático de los Lakers (algo nada extraño, por otra parte) que decidió divertirse y de paso echar una mano a uno de sus jugadores favoritos, en un acto lamentable y desleal para con la pureza del deporte. El individuo en cuestión llegó a reconocer que contó como asistencia la práctica totalidad de los pases del point guard angelino a un compañero vagamente cercano a armar el brazo para efectuar un tiro. Si las reglas NBA ya son bastante más agradecidas que las Europeas en el tema de los pases a canasta, contando además con la ayuda del tío de la mesa Van Exel logró su tope de carrera: 23 obsequios entregados. Una violación en toda regla a la cultura del box score, el mismo que muchos aficionados, sin posibilidad de ver los partidos, consultábamos en aquellos últimos años del S XX como si de la piedra filosofal se tratara.


Con el desarrollo actual de Internet y la enorme cantidad de retransmisiones disponibles un fraude como el anterior sería altamente improbable, pero lo cierto es que en el resumen de la trayectoria de Nick The Quick figuran en un lugar destacado esas 23 asistencias bajo sospecha, que un admirador decidió regalarle aquel día en Vancouver...